Gran parte de la tecnología de la medicina se utiliza a diario en el arte, en su conservación y en el diagnóstico de una obra que está herida y necesita ser curada.
Hace décadas, el microscopio le servía a Claude Levi-Strauss para reflexionar sobre qué y cómo ver algún fenómeno antropológico, social, según el lente que se usaba.
Cuando se habla sobre las disciplinas y ciencias auxiliares de la estética y del arte debería mencionarse a la medicina igualmente, además de la historia, la psicología o la sociología, por ejemplo. Muchos fueron los instrumentos que se aplicaron en función de su aplicación en la medicina, como los rayos X y la tomografía, más recientemente.
La exposición de las obras del artista tucumano Timoteo Navarro realizada a fines del año pasado en la Casa Museo de la Ciudad abarcó mucho más que una muestra. En ese contexto, las conferencias que tuvieron lugar como complemento de la actividad aportaron material de análisis, debate y sorpresa.
Así, la experta en conservación Cecilia Barrionuevo reveló de qué modo se investiga una pintura, el color, el óleo y hasta el marco. Y sostuvo que hay cuadros de Navarro que se mantienen intactas y que todavía no se determinó qué usaba el artista para lograrlo: “no sabemos aún cómo hacía para que sus obras se encuentren tan bien después de tantos años, ¿qué materia, qué técnica usaba? Aún es tema de investigación, de hipótesis”. Una investigación en curso.
Según una publicación de la Unesco, el restaurador-conservador debe tener estudios teóricos que comprendan historia del arte y las civilizaciones, métodos de investigación y documentación, química, biología y física y el conocimiento de la tecnología y los materiales.
Con una técnica conocida como imagen de fluorescencia de macro en rayos X, los especialistas han descubierto pinturas debajo de otras en Pablo Picasso, entre otros grandes, así como un autorretrato de Vincent Van Gogh, el color distinto en murales del mismo Leonardo y de Miguel Ángel.
En su charla “El desafío de conservar la obra de Timoteo Navarro”, con imágenes, explicó qué se conserva y por qué, y cómo debe actuarse para preservar el arte, pero antes del deterioro. La consigna es prevenir, para evitar una restauración que finalmente llegará, “porque lo material siempre se perderá, con más o menos siglos”.
Es que, como toda vida, el arte sufre patologías, enfermedades, en suma. “Siempre comparo esta profesión con la medicina, como si la obra de arte fuera un paciente. Cada una es diferente y requiere su tratamiento”, definió en una entrevista con este columnista.
Ante todo, respeto cuando se interviene en el trabajo del artista, advirtió, al tiempo que señalaba un “rotito” en la pintura “Inconclusa”: concretamente una pequeña rotura que, alguien del público consideró que podría ser un modismo de época, hasta que su hija, Cristina Navarro, contó cuál era la razón. Una anécdota de familia, en definitiva, que llevó a la especialista a asegurar que “esa pintura no debe restaurarse, hay un detalle suficiente para no tapar ese agujerito, hay que dejarla como está, porque hay una historia allí y hay que respetarla”. Fue una revelación que en general no se conocía, tanto para la disertante como para el público.
Lo desconocido
La historia es que, cuando Timoteo la estaba realizando, su hija dijo que no le gustaba, e inmediatamente el artista se puso a rasparla, aunque no pudo terminarla por su fallecimiento. Navarro dijo que “no se había enmarcado todavía y dejó el agujerito para que pase el alambre para colgarlo en su estudio”.
En su específica exposición, distinguió las marcas que a veces (por un pequeño golpe o raspadura) afectan al barniz y no a la propia pintura. “Generalmente se dice que un buen barniz puede demorar alrededor de 50 años en secarse. En ese proceso el oxígeno se incorpora y atravesando distintas capas hace que se amarillente con el tiempo. El óleo, sobre todo si tiene mucha materia, también demora esos años en secarse. A veces tocamos esa pintura y creemos que está seca, pero adentro tiene la humedad todavía. Si hay barniz arriba, esta estructura comienza a moverse lo que provoca el deterioro de la obra”, explicó con precisión Barrionuevo.
Con proyecciones distinguió distintas capas e informó que hay que saber todo el proceso, porque su conocimiento puede ayudar a la conservación. “Nosotros tenemos que tener una formación científica, además de la artística y prácticamente artesanal”, contó. Se conserva para preservar, para cuidar, repitió una y otra vez. Y se debe intervenir lo menor posible, añadió.
Tecnología y diágnóstico
Para hacer un diagnóstico se utilizan distintas tecnologías. Desde una fotografía normal a la reflectografía de infrarrojos, que permite analizar el interior de la obra, las pinceladas que permanecían ocultas, tal vez, o una pintura sobre otra, así como los llamados “arrepentimientos” del autor.
Lo que se usa en esta provincia son los rayos X, las radiografías, los rayos ultravioletas que permiten ver el estado del barniz; si está oxidado y dañado. No hay otras tecnologías disponibles en esta ciudad, a pesar de su necesidad.
La reflectografía de infrarrojo, en definitiva, permite estudiar los estratos subyacentes de las capas pictóricas. Se sabe, el calor y la humedad hacen que se distiendan los materiales y cuando está seco se contraen. Esa fluctuación que sufren los materiales se expresa igualmente en la obra; el lugar debe estar en condiciones, es verdad. Pero también es incontrolable en determinadas condiciones.
“La reflectografía con infrarrojo es la forma más segura de saber qué material utilizó Timoteo Navarro. Porque no sabemos qué tipo de pasta usó; hay que investigar. Es increíble que dentro de muchas obras que vi aquí, la de Timoteo está intacta”, indicó la experta. Observó que uno de los trabajos tiene una capa de barniz que está oxidada, pero recomendó que, excepto que moleste estéticamente, no se lo toque, porque está manteniendo la obra.
Químicos tóxicos
En diálogo con este periodista, la restauradora contó que trabajó en unos dibujos con tinta sobre papel madera: “Se intervino el papel que tenía los bordes rotos y se les puso una banda de papel Japón con metilcelulosa para reforzarlos”.
Otra intervención fue la limpieza superficial y estuco en los marcos. Se debe trabajar con materiales reversibles para que, si en el futuro un pigmento debe ser retirado por alguna razón, no sea motivo de daño para el objeto. Pero igualmente debe advertirse sobre el riesgo de algunos químicos que intoxican. La misma Barrionuevo sufrió esa situación.
› Cecilia Barrionuevo
Es licenciada en Artes Plásticas y Magister en Conservación y Restauración de Obras de Arte. Se desempeña como Jefa en el área de laboratorio, conservación y restauración del Museo Casa Histórica de la Independencia. En España, hizo un diplomado en conservación y restauración en obras de arte. También realiza el trabajo en el Museo Provincial de Bellas Artes Timoteo Navarro y en obras que están en colecciones privadas.
El acta de la independencia original
La conservadora del Museo Casa Histórica de la Independencia exhibió durante la conferencia en la Casa Museo de la Ciudad la imagen de la copia original del Acta de la Independencia y cómo fue expuesta el año pasado únicamente (2021). En la proyección se pudo observar el deterioro del papel. Pero señaló que lo que cotidianamente pueden ver los visitantes al solar patrio es un facsímil. “En realidad, el acta necesita otra protección, otra cobertura para conservarla mejor, como corresponde, pero no hay presupuesto, lamentablemente”, comentó Cecilia Barrionuevo, lo que generó estupor entre los oyentes. Y sí, porque se trata de un valioso patrimonio, nada menos, de esos que la historia demanda no solo un 9 de Julio. En la reciente inauguración del nuevo diseño y guión en la Casa Histórica, el acta se puede ver en el Salón de la Jura.